Al final mis esfuerzos con el proyecto peruano dieron sus frutos y me tocó un viaje a Seúl!!!Una mega ciudad de más de 10 millones de habitantes y con 12 lineas de metro. Ahora entiendo las imágenes de japoneses o coreanos durmiendo en el metro de cualquier manera... Estos días llegué a hacer trayectos de más de hora y media....
La influencia americana es más que patente: grandes avenidas, con una media de 4 carriles por dirección, coches grandes y automáticos, cafeterías en cada esquina (están locos por el café y el kimchi, una especie de col china macerada con pimienta roja molida), el béisbol como deporte oficial y el consumismo como afición nacional.
Sin lugar a duda los coreanos (del sur, no confundir) se parecen más a los japoneses que a cualquier otro asiático. Son disciplinados y amables hasta el extremo de hacerte sentir mal. Recuerdo que en una de las entrevistas hasta el presidente de la empresa salió conmigo al descansillo a esperar el ascensor...
Algo que me sorprendió mucho, a parte del frío helador al que ya no estoy acostumbrada, es lo cute que tiene que ser todo. Cute es algo así como mono, cuco, bonito. Las coreanas siempre van monísimas y ellos vestidos a la última moda, eso sí, con bolso (para gustos, colores).
En fin, un país en el que convive la tradición con la alta tecnología (ya nos gustaría a nosotros tener conexión wi-fi gratuita en el metro, lavabos con calefacción, por ciitar solo algunos ejemplos). Entre las tradiciones hay una muy arraigada y que dudo mucho que nunca llegue a desparecer: el soju, bebida insigne del pais hecha a base de arroz y con un alto porcentaje de alcohol y muy asequible. Beber hasta la saciedad es algo bien visto en Corea. Las copas después de trabajar con los compañeros es algo indiscutible e imprescindible y la única forma (por desgracia suya) de lograr romper los protocolos y socializar.
Afortunadamente, yo estuve acompañada por Laura y Sara que me trataron como una reina y me pasearon por toda la ciudad. Gracias chicas!
Más fotos en:
http://www.facebook.com/album.php?aid=230945&id=578215354&l=3aefb2e9ab
La influencia americana es más que patente: grandes avenidas, con una media de 4 carriles por dirección, coches grandes y automáticos, cafeterías en cada esquina (están locos por el café y el kimchi, una especie de col china macerada con pimienta roja molida), el béisbol como deporte oficial y el consumismo como afición nacional.Sin lugar a duda los coreanos (del sur, no confundir) se parecen más a los japoneses que a cualquier otro asiático. Son disciplinados y amables hasta el extremo de hacerte sentir mal. Recuerdo que en una de las entrevistas hasta el presidente de la empresa salió conmigo al descansillo a esperar el ascensor...
Algo que me sorprendió mucho, a parte del frío helador al que ya no estoy acostumbrada, es lo cute que tiene que ser todo. Cute es algo así como mono, cuco, bonito. Las coreanas siempre van monísimas y ellos vestidos a la última moda, eso sí, con bolso (para gustos, colores).
En fin, un país en el que convive la tradición con la alta tecnología (ya nos gustaría a nosotros tener conexión wi-fi gratuita en el metro, lavabos con calefacción, por ciitar solo algunos ejemplos). Entre las tradiciones hay una muy arraigada y que dudo mucho que nunca llegue a desparecer: el soju, bebida insigne del pais hecha a base de arroz y con un alto porcentaje de alcohol y muy asequible. Beber hasta la saciedad es algo bien visto en Corea. Las copas después de trabajar con los compañeros es algo indiscutible e imprescindible y la única forma (por desgracia suya) de lograr romper los protocolos y socializar.
Afortunadamente, yo estuve acompañada por Laura y Sara que me trataron como una reina y me pasearon por toda la ciudad. Gracias chicas!
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